Pobreza: "Es la manifestación de problemas más estructurales, porque en su mayor parte no los ha generado la pandemia".

Agustín Salvia, Investigador del Conicet, sociólogo, profesor e investigador del Instituto Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires y director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, dijo en una entrevista, que el núcleo duro de la pobreza obedece a “causas estructurales, más allá de la pandemia de covid-19”, y por tanto alertó que revertir ese cuadro no dependerá de medidas coyunturales, sino de una estrategia de corto, mediano y largo plazo.


El panorama sugiere que es poco probable que la pobreza baje del 40% durante 2021. Ahora bien, cabe no perder de vista que, si bien se trata de un factor de exclusión en muchas otras dimensiones del bienestar social, constituye tan sólo un emergente, es la manifestación de problemas más estructurales que debemos enfrentar, porque en su mayor parte no los ha generado la pandemia.

Pese a que hay señales de llegada de la segunda ola de covid-19, el Gobierno nacional ha interrumpido la asistencia a los sectores vulnerables en términos de ingreso del IFE ¿Qué opina de ese instrumento, y qué efecto podría tener sobre los indicadores de pobreza e indigencia?

- Este instrumento ocupó un papel muy importante durante la crisis, también la Tarjeta Alimentar, al igual que lo fueron en otros momentos y hasta hoy la AUH y sus complementos, o las pensiones no contributivas, o los programas de empleo social, en fin, todos ellos aliviaron la caída de ingresos en un momento muy crítico, con un impacto fiscal no menor al 5% del PBI. En el momento de mayor actividad, los programas sociales lograron cubrir en total al 47% de los hogares, muchas veces con superposición de planes. Sin embargo, durante el cuarto trimestre se mantuvieron sólo los programas tradicionales, los cuales cubren a más del 32% de los hogares. La presencia de estas ayudas significó que la tasa de indigencia no haya llegado al 20%, ni la tasa de pobreza haya superado el 50%. Sin duda, estos instrumentos, a pesar del costo fiscal, permitieron transitar la crisis con menor destrucción de capital humano, social y político, bajo condiciones de relativa paz social.

Pero si bien es un programa de ingresos que sirve para situaciones de emergencia, no sirve y puede ser contraproducente para lograr soluciones más efectivas y sostenibles si se extiende en el tiempo. Quizás haya que volver a programas de este tipo ante nuevas restricciones sanitarias, pero incluso cabría proponer que dicha asignación esté estrechamente asociada a las formas de trabajo social o comunitario, a manera de un piso de remuneración a cambio de una prestación laboral efectiva en tareas de cuidado de personas, actividades formativas, mantenimiento barrial, saneamiento ambiental, etc. Un mecanismo de este tipo contribuiría a dotar de mayor capital físico, humano, social y ambiental a los espacios con alta concentración de pobreza.

Se impone con urgencia un tiempo de reformas estructurales, pero no sólo es clave atraer inversiones globales que eventualmente mejoren la situación de los sectores incluidos, necesitamos multiplicar la innovación, la inversión y el trabajo de nuestros micro emprendedores, empresarios y trabajadores, incorporando a los informales, desocupados y desalentados al mundo del trabajo productivo o de utilidad social. Esto no se logra sin políticas redistributivas, pero es condición necesaria crear riqueza para que al siguiente ciclo obtengamos más valor agregado enriquecido por el progreso científico-técnico, ambiental y humano.

La llamada economía social o popular debe ganar en productividad e ingresos, dependiendo cada vez menos de los subsidios públicos. Para ello necesitamos políticas de crecimiento junto a políticas redistributivas orientadas salir juntos del pozo; hay que crear más riqueza y distribuir la misma de manera más estratégica y equilibrada. Ahora bien, si bien esto es técnicamente factible, el país carece del capital político que lo haga posible. Diría que el principal problema de la pobreza no es la económica, sino el vacío de capacidades y de falta acuerdos políticos estratégicos -no solo sectoriales- que ofrezcan un horizonte renovado de certidumbres sobre un rumbo de crecimiento sostenido.


Fuente: Infobae.com
(Re-elaboración)

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