¿Cómo es posible, que haya hermanos con hambre, en la tierra del pan y la carne?
El
reciente informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina, revela que, “el 64,6% de los niños y adolescentes
argentinos de 0 y 17 años vive en la pobreza; el 34,3% sufre inseguridad
alimentaria”. Asimismo, subraya que, “el
deterioro alimentario, físico y educativo de las infancias se profundizó
sustancialmente con la pandemia y reconoce que sin la ayuda estatal, con
programas como la Tarjeta Alimentar, los índices de pobreza hubieran trepado al
72% y la indigencia al 25%. Los niños y jóvenes con problemas alimentarios se incrementaron
del 30,5% al 34,3% entre 2019 y 2020, y niños que padecen inseguridad
alimentaria severa o, situación de hambre más de una vez al día, pasó del 14 al
15,6% de la población menor en Argentina.”
En
referencia a estos datos crudos de la estadística, vemos que son personas,
niños, y sus grupos familiares que padecen hambre. Porque no les alcanza el
dinero para poder comprar la comida. Es muy duro y cruel, si lo vemos desde el
contexto de un país rico, en extensiones de tierra y con la posibilidad de que
nadie pase hambrunas.
Por ejemplo el consumo de carne, algo que hoy se busca
mejorar, mediante programas provinciales y la presencia de Ferias Francas que
ofrecen alternativas y precios accesibles. Pero, la historia demuestra que cada
vez se consume menos carne.
Según un informe de AgroNoa, “Los primeros registros oficiales de consumo de carne vacuna en la Argentina datan de la década de 1910, cuando la ingesta era de 56 kilos per capita anuales. En la década siguiente, con un aumento muy importante en la producción, el consumo promedió los 78 kilos, con un pico de 96 kilo en 1923, año en que además se exportaron 723 mil toneladas.
En las 2 décadas siguientes (1930/1949) el consumo se estabilizó en los 75 a 77 kilos para ascender en los años 1950 a los 92 kilos, con un pico extraordinario (récord histórico) de 101 kilos por habitante en 1956. A partir de ese momento comenzó a declinar: la población empezó a crecer más rápido que el stock ganadero y que la producción de carne. La década de 1960 promedió 81 kilos y en la década de 1970 los 78 kilos, con un pico de 90 kilos per capita en 1978, en plena liquidación ganadera.
En 1980, el consumo bajó a 77 kilos y en 1990 a los 68 kilos, reduciéndose el consumo a 64 kilo en la década de 2000. La década de 2010 mostró una preferencia de sólo 57 kilos por persona.
En los últimos meses del año pasado, el consumo habría caído a unos 51 o 52 kilos, un nivel muy parecido al de fines del año anterior.
En la historia argentina se han registrado picos excepcionales de consumo, que coinciden con caídas muy fuertes de las exportaciones, como en 1953 y 1954, cuando la ingesta fue de 87 a 88 kilos, pero con embarques limitados a las 230 mil toneladas anuales. O en 1985 y 1986, con 82 y 85 kilos de ingesta, pero con exportaciones de sólo 250 mil o 260 mil toneladas.
En 1978 se consumieron 90 kilos y se exportaron 732 mil toneladas, pero ello fue posible a causa de la brutal liquidación ganadera, que llevó a la oferta de carne ese año a las 3,15 millones de toneladas, registro casi idéntico al que tenemos en este 2020. A mediados de la década del 1970, o sea 45 años atrás, la producción de carne “de equilibrio” de la ganadería argentina era de unos 3 millones de toneladas anuales, hoy es prácticamente la misma, pero con 20 millones de habitantes más.”
Ahora bien, la historia de la carne en nuestro país es interesante recordarlo, para entender los actuales procesos y cómo siempre fue mejor el negocio fuera del país que, buscar alimentar a los argentinos.
Según refieren, algunos historiadores, “la pasión de los argentinos por la carne no es ninguna novedad. Al contrario, nació en los orígenes. El hijo de Cristóbal Colón, el descubridor de América para los europeos, en 1511 fomentó la multiplicación del ganado en el territorio invadido por los españoles.
De Panamá a Venezuela y de Venezuela a Brasil, en 1556 llegaron las primeras vacas al actual territorio argentino. Tenían una raza derivada de la Tronco Turdetano y fueron testigos en 1580 de la segunda fundación de la Ciudad de Buenos Aires. Rápidamente empezaron a desperdigarse por las amplias llanuras y se estima que para el siglo XVIII había 40 millones de cabezas de ganado.
La generosidad del suelo y las condiciones climáticas beneficiaron el desarrollo y, años después, mejoraría la calidad de las tres razas británicas más habituales (Angus, Hereford y Shorthorn) cuando estas fueron importadas a nuestras tierras. ¿La clave? Las amplias pasturas. Tan grandes que en algunos casos se habló de “una vaca por hectárea”. Cualquiera podía capturar los bovinos, siempre y cuando no fueran más de doce mil cabezas. Durante muchos años el consumo de carne fue muy barato y se transformó en un plato repetido para los habitantes.
Los trabajadores del campo, conocidos como gauchos, frenaban su labor al mediodía, ponían tres o cuatro pedazos en una fogata con palos y a los veinte minutos se los comían. En ese acto nacieron dos cualidades que identifican a los argentinos. Primero, el asado como un momento de sociabilidad y, segundo, la devoción por la carne. Al tener una rápida digestión, los gauchos repetían el ritual varias veces durante la jornada. Sólo aprovechaban la lengua de vaca y guardaban el sebo, la grasa y el cuero. El resto de la carne quedaba desperdigada en el campo para los animales carroñeros.
A partir de “los restos”, en el siglo XVIII, nació el negocio de la carne, uno de los principales motores de la economía argentina. Para el aprovechamiento integral cuereaban la vaca, trozaban la carne en tiras y las salaban. Cada diez días las exponían al sol y de esta manera, vendían “tasajo”. Su gusto era considerablemente distinto a lo que actualmente se conoce como asado.
En plena discusión por el negocio de la carne, muchos años después sucedió el hecho más trágico en la historia del Congreso Nacional. El 23 de julio de 1935 fue asesinado el senador de la oposición, Enzo Bordabehere, quien cuestionó el polémico “Pacto Roca-Runciman” con el gobierno de Gran Bretaña. Mientras su aliado Lisandro de la Torre esgrimía en el recinto los argumentos, un excomisario vinculado al Ministro de Agricultura lo mató de un disparo. El acuerdo tenía consignas insólitas como obligar a que el 85% de las exportaciones fueran a través de frigoríficos británicos e incluía cláusulas para que únicamente fueran trasladados por transportes ingleses.
En 1982 mientras sucedía la guerra entre argentinos e ingleses por las Islas Malvinas, se suspendió el comercio entre ambas naciones. Esto evitó que el ganado de las pampas se contagiara del “mal de la vaca loca”. La encefalopatía espongiforme bovina causó estragos en todo el mundo y hasta provocó una enfermedad degenerativa del cerebro en algunas personas.
Actualmente, lo que más se consume no es el asado, sino la milanesa. El invento italiano hecho a base de bola de lomo es lo más repetido en los hogares argentinos, seguido por el churrasco o bife y la tira de asado. Durante 2017, el consumo per cápita de carne alcanzó los 118 kilos, de los cuales el 57,2 kg correspondió a la carne vacuna.”
No obstante este recorrido ligero, sobre el sector
ganadero y el consumo de carne en nuestro país. ¿Cómo es posible que hoy día,
no se pueda encontrar una salida alimentaria para tantos argentinos excluidos?
Hace unos 16 años atrás, se pensó en la soberanía
alimentaria. Hoy, no alcanza esos lineamientos porque, si bien se busca
paliativos y alternativas, la gente vive una realidad inflacionaria que no le
permite una variación en su alimentación. Sobre todo comprar carne vacuna.
Si volvemos a ver los datos del
Informe de la Universidad Católica Argentina, (UCA), vemos que “la
inseguridad alimentaria se incrementó casi 4 puntos entre 2019 y 2020, mientras
que la situación más grave y que afecta de modo directo a los niños/as y
adolescentes subió 1,5 puntos. Los más
afectados fueron los adolescentes, mientras que la infancia temprana fue la más
protegida. La Tarjeta Alimentar tuvo un efecto protector de la primera infancia
en el espacio de la alimentación. A igual situación de pobreza e indigencia los
niños/as sin la Tarjeta Alimentar tuvieron el doble de probabilidad de
experimentar inseguridad alimentaria severa que pares no destinatarios de
Alimentar.
La pobreza e indigencia en términos
monetarios guarda analogía con la inseguridad alimentaria, la primera se
incrementó en 5,8 puntos y la segunda en 1,6 puntos. La primera infancia estuvo
más protegida de la indigencia y los adolescentes fueron los más afectados. Las
infancias del estrato bajo integrado fueron afectadas en mayor medida respecto
de 2019 por la indigencia y la inseguridad alimentaria severa.
A partir del análisis descriptivo, se
conjetura que las transferencias de ingresos concentraron su efecto
distributivo en la pobreza extrema (indigencia monetaria e inseguridad
alimentaria severa), y fue muy limitado su efecto sobre la pobreza y
vulnerabilidad de los hogares en el acceso a los alimentos en cantidad y
calidad.”
Por
otra parte, Eduardo Donza, miembro del Observatorio de la Deuda Social de la
UCA, habló sobre la pobreza en Argentina y señaló que, “uno de cada cuatro trabajadores ocupados
está viviendo en un hogar pobre en el
país. Antes se pensaba que, si se tenía un trabajo ya estábamos bien, hoy no es
así”
En una entrevista radial, indico que “uno de cada cuatro trabajadores ocupados está viviendo en un hogar pobre, porque los que son pobres son los hogares, los grupos familiares y todas las personas que viven en ese hogar, por supuesto la calidad del empleo tiene mucho que ver, el sector donde uno trabaja, cuando se habla de un sector formal, son uno de cada diez trabajadores. Mientras que un tercio de los trabajadores informales viven en hogares pobres”,
Finalmente,
como indicamos en un anterior informe, la desigualdad e inequidad social, se
reflejan fríamente, en cada nuevo informe. Un país rico, de grandes
extensiones de tierras y con diversidad climática, no tiene parangón, con
algunas potencias del mundo, que tienen menos recursos que Argentina.
Como
indicara Monseñor Juan Rubén Martínez, en esa nota, respecto al trabajo como un elemento central en toda
discusión de Política de Estado. “Que tendría que estar propuesto casi como
un chips en la cabeza de legisladores, buscando caminos, para que la solución
fundamental sea un trabajo digno. Que en lo urgente haya planes y subsidios,
pero que así como Pymes y otras alternativas puedan ir generando trabajos
dignos. Así como en nuestra provincia, últimamente el turismo y las ferias
francas, que siempre las elogio porque el colono lleva directamente su producto
y lo vende. Es una realidad que no pasa en muchas otras partes del país. Creo
que es algo muy sano, porque evita que vaya a las góndolas, está organizado y
están en casi todos los municipios de la provincia. Bueno, esto es trabajo
digno, digamos. Y hay que buscar maneras, porque hay un 50% de gente que tiene
changas o, que no tienen trabajo”
👉 https://coberturasyrelatos.blogspot.com/2021/05/luego-del-estado-de-bienestar-la.html
Fuentes: https://www.historiacocina.com/paises/articulos/argentina/vacuno.htm
https://www.agrositio.com.ar/noticia/214674-la-evolucion-del-consumo-de-carne-en-argentina
https://www.facebook.com/carneargentina.argentinebeef/posts/905108902841613:0
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