La exitosa reinvención de la educación digital

Por muchos años los MOOCs (Massive Open Online Courses, o Cursos Abiertos Masivos En Línea, en español) fueron los niños mimados de la industria de la educación digital. Este formato de aprendizaje, concebido por primera vez por un profesor de Stanford en 2011, se hizo muy populares por las posibilidades que ofrece de llevar la educación a las masas, a través de cursos que combinan clases en video, con texto y con ejercicios interactivos. 

Por muchos años los MOOCs (Massive Open Online Courses, o Cursos Abiertos Masivos En Línea, en español) fueron los niños mimados de la industria de la educación digital. Este formato de aprendizaje, concebido por primera vez por un profesor de Stanford en 2011, se hizo muy populares por las posibilidades que ofrece de llevar la educación a las masas, a través de cursos que combinan clases en video, con texto y con ejercicios interactivos. Así, el esfuerzo de crear un curso, permite llevarlo a decenas de miles de estudiantes ubicados en cualquier rincón del planeta. Es por esto que muchos expertos esperaban que este tipo de cursos transformaran por completo la educación, llevando todo tipo de conocimientos a lugares remotos, y a poblaciones sin acceso a los sistemas educativos. Sin embargo, y a pesar de su enorme potencial – y de la apuesta sistemática que muchas de las principales universidades del mundo hicieron por ellos –, este tipo de cursos nunca logró alcanzar los ambiciosos objetivos de sus creadores.

Seis años después los MOOCs no hay democratizado la educación, ni han matado a la educación tradicional – dos pronósticos que muchos analistas hacían sin sonrojarse en 2012 –, pero gracias a un proceso iterativo de permanente experimentación e innovación, varias compañías y universidades han logrado transformar el formato, generando productos educativos de muy buen nivel, capaces de satisfacer a un nicho muy importante de estudiantes: los profesionales en busca de especialización.

Para ello, distintas plataformas comenzaron a empaquetar algunos de sus cursos, y a generar nuevo contenido, con el objetivo de poder ofrecer titulaciones y certificaciones que, si bien tienen menos valor que un título de grado o posgrado tradicional, permiten que los estudiantes adquieran muchos de los conocimientos disponibles en uno de esos programas de manera autónoma y a menor costo. Para estimular la demanda, distintos proveedores de cursos como edX – la plataforma de cursos online creada por Harvard y el MIT – se aliaron con grandes empresas, las cuales reconocen la validez de sus títulos y lo comunican. En algunos casos, incluso, los proveedores de cursos les ofrecen a sus estudiantes la posibilidad de acceder a búsquedas de trabajo exclusivas, e incluso a facilitarles una entrevista.

Y es que este tipo de programas, entre los que se destacan los MicroMasters de EdX, los Nanodegress (nanotítulos) de Udacity y los Coursera Specializations, entre otros, han comenzado a ganar más y más notoriedad, y a volverse muy populares entre el público profesional. Y esto tiene sentido. Los permanentes avances tecnológicos requieren de un cada vez mayor dinamismo por parte de los profesionales para mantenerse al día con las innovaciones. Al mismo tiempo, el creciente poder de las computadoras, está permitiendo que las máquinas reemplacen cada vez con mayor efectividad a trabajadores que desempeñan tareas cada vez más complejas y sofisticadas. Mantenerse actualizados es un buen mecanismo que muchos profesionales buscan para mantenerse vigentes, y para crecer en áreas donde hay demanda de talento.

De acuerdo con un estudio realizado por Fiona Hollands, una investigadora de la Universidad de Columbia, en el que analizó al público de una serie de cursos online para descubrir sus perfiles demográficos y para comprender sus motivaciones, la mitad de quienes toman uno de estos cursos lo hacen para mejorar su performance profesional. El 29% de ellos buscan adquirir las habilidades necesarias para cambiar de empleo, y el 25% para abrir sus propios negocios. Lo interesante del caso, es que el 80% de quienes toman un curso de este tipo cuentan con una licenciatura o un título de posgrado; la mitad tienen empleos de tiempo completo; y un 21% están buscando aprender algo para poder estudiar una carrera de posgrado.

Parece irónico que una herramienta nacida con el objetivo de llevar educación a las poblaciones con menor acceso, se haya convertido en un recurso valioso para aquellos que ya pasaron por la universidad. Sin embargo, esto tiene sentido. Los profesionales ya graduados de alguna carrera son los que más herramientas tienen para aprender por sí mismos, y el perseguir un fin específico como cambiar de trabajo, lograr un ascenso, o estudiar un posgrado (que, en definitiva, llevará a obtener un mejor trabajo, un ascenso, o un mayor salario) constituyen motivaciones importantes para dedicar las entre 5 y 10 horas semanales que un curso de este tipo demanda, de manera disciplinada.

El mismo estudio de Columbia demostró que los participantes suelen inscribirse en estos cursos con objetivos muy marcados y expectativas altas. Al mismo tiempo, resulta llamativo qué en la gran mayoría de los casos, la motivación para tomar los cursos es personal, y no parte del pedido o la presión de un empleador. Por el contrario, solo en el 10% de los casos los estudiantes manifestaron que sus empleadores estaban pagando por el curso, y apenas 1% de las veces aportaban una parte del dinero. Si bien estos cursos de especialización son notablemente más baratos que un programa de posgrado, los mismos tienen precios que oscilan entre los $70 dólares al mes, y los más de $1.000 por un curso completo – dependiendo del curso y el certificado –, un precio nada despreciable, y que requiere de un compromiso por parte del estudiante.

A pesar de esta inclinación de los estudiantes por tomar los cursos por iniciativa propia, muchas plataformas de MOOCs consideran que el futuro de sus modelos de negocio yace en trabajar con empresas para convertirse en sus herramientas de capacitación profesional. Para ello, están ofreciendo planes y tarifas diferenciales, así como programas específicos, diseñados especialmente para este público.

Muy atrás han quedado los días en las que los MOOCs prometían llevar educación a todos los rincones del mundo donde llegara una red inalámbrica. Pero también los días en los que los profesionales del sector Ed Tech se desilusionaban con las tasas de retención y graduación de sus estudiantes. En los últimos seis años, el modelo educativo, y también el modelo de negocios, de los proveedores de este tipo de cursos ha evolucionado en una gran medida, logrando corregir las principales problemáticas de esta tecnología, y convirtiéndose en una alternativa capaz de ofrecer muchísimo valor a un segmento específico, y de crear compañías exitosas en el camino.





Foto: FirmBee (Dominio Público – CC0)

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